Tatuajes

Cuando tenía 15 años quería hacerme un piercing. No recuerdo exactamente dónde. Supongo que la oreja. Le pedí entonces a mis padres permiso, y aunque no recuerdo que dijo mi madre, si que recuerdo que dijo mi padre: “prefiero que te hagas un tatuaje antes que un pendiente”.
Oye, dicho y hecho.

Pocas semanas antes, según recuerdo, de cumplir los 16, fui a una peluquería (si, de aquella era lo más normal, al menos en Oviedo) con un diseño que encontré en la típica revista de tatuajes, esas largas pero estrechas. Era, aparentemente, o eso creo que pensaba (o igual hasta leí) un “diablo”. Es este:

Primer tatuaje

Abrí con ese tatuaje la caja de pandora sin saberlo. Meses después me volvió la tontería del piercing, y la respuesta de mi padre fue la misma: “Hazte otro tatuaje si quieres, pero nada de pendientes”. Era ciertamente incomprensible, y cuando se lo cuento a la gente “alucinan”, pues todos somos sabedores de que un piercing al fin y al cabo se cierra el agujero. Un tatuaje si que, al menos de aquella, antes de las opciones del láser, era para toda la vida.

Pero yo que era harto obediente, le hice caso. Y me hice, nuevamente cogiendo un diseño en ese tipo de revistas, este, en la pierna:

Segundo tatuaje

En este caso, era una mezcla de en realidad un par de tatuajes de dicha revista, pues creo recordar que precisamente una de las líneas o trazos no era realmente parte del dibujo original y pertenecía a otro. Así, por primera vez, usé una referencia como base, pero se modificó ligeramente, para darle una especie de toque personal. Una auténtica gilipollez viéndolo ahora, pues no deja de ser un dibujo que probablemente tendrán cientos de personas, pero con una modificación tan nimia que nadie notaría. Pero bueno, que se va a hacer, debía tener por entonces 16 años o así, y claramente lo de pensar no era lo mío.

Los dos siguientes fueron un tribal que iba de lado a lado de la espalda:

Tercer tatuaje

Y un tatuaje que me hice en la nuca:

Cuarto tatuaje

Ambos, de nuevo, sin especial sentido más allá sinceramente de que quería tatuarme. Es algo de lo que me arrepentí mucho tiempo cuando empecé a ser consciente de que me estaba tatuando cosas que no solo no representaban nada, sino que, sinceramente, con el tiempo vi/consideré que eran una puta mierda.

Tampoco recuerdo, igual que los dos previos, cuando fueron los siguientes en cuanto a la fecha, honestamente. Si que recuerdo que para el siguiente debía ser mayor de edad, pues el tema de los piercings finalmente acabó tirando para adelante aún sin la aprobación de mi padre, pero ya siendo plenamente “poseedor” de una conciencia teóricamente “adulta” (mayoría de edad) que me permitía hacer lo que me saliera, en teoría, de los huevos. Recuerdo que me hice de una tacada el pendiente de la ceja y uno de los pezones (ala, vamos a convertirnos en un colador de una sentada con dos a la vez – por cierto, aquí el vídeo de dicho proceso), y creo que fue poco después cuando vino el siguiente tatuaje.

El siguiente, fue en el pectoral derecho. Tengo una mancha de nacimiento ahí, que pensé, que era un lugar adecuado. Y nadie en el estudio de tatuajes (si, ya este fue en un estudio) me dijo que no fuera a ser un lugar adecuado a pesar de la macha. La cuestión es que el tatuaje se hizo sin problemas (fue en realidad pectoral y parte del brazo izquierdo… recuerdo el tatuador, Judas, que falleció varios años después, que me decía que le estaba molando tanto el dibujo que me estaba haciendo, que el iba a seguir y no me iba a cobrar de más). El resultado fue el siguiente (pecho, un dragón, y parte del brazo derecho).

Quinto tatuaje

Unos meses después continué esa parte del brazo con un samurai y una carpa, como se puede ver en las siguientes imágenes:

Sexto tatuaje. Samurai
Sexto tatuaje. Carpa

Tras ese tatuaje decidí representar en mi algo que para mi siempre ha sido el pilar de mi vida: mi familia. Ya por entonces empezaba a considerar que el tatuaje no era algo solamente artístico, si no que debía empezar a representar algo para mí. Me gustaría decir que los anteriores representaban algo de verdad, pero no. Quizás el dragón representaba que era imbécil y me parecía un tatuaje cool, y que el tema oriental lo mismo. La realidad es que no, me gustaba el tatuaje y punto, pero no representaba nada. Otra cosa es que ahora trate de buscarle un significado.

Como digo, esa perspectiva cambió con el siguiente, donde quise representar a mi familia, como pilar fundamental para mí. Donde sentí que siempre que había caído, me había levantado gracias a ellos. Donde consideré que cuando me quemaba y resurgía de mis cenizas, era gracias a ellos. Fue por lo que entonces decidí tatuarme el ave fénix, e incluir los nombres de mis padres y mis hermanos, como parte de ese pilar fundamental de mi vida. He aquí la foto.

Séptimo tatuaje

En cierto modo ese fue el comienzo de los tatuajes con algo de sentido. El siguiente fue el brazo derecho, donde me tatué mi nombre en espiral alrededor del brazo, y donde con el objetivo de que no quedara muy “solo” le pedí al tatuador que lo rellenara con algo. Siempre me he guiado por las recomendaciones de los tatuadores pues para mi son los artistas, y en este caso me recomendó una especie de “llamas japonesas”. El resultado, aquí lo tenéis:

Octavo tatuaje

Aunque estaba contento con el resultado de ese tatuaje, debo reconocer que acabé cubriéndolo, pero no fue de manera inmediata. El motivo en realidad fueron los dos tatuajes siguientes. El primero que me hice tras el nombre fue una representación de un proverbio italiano (según he leído) que creo que caló tremendamente en mi interior y sigue calando: “Once the game is over, the King and the pawn go back into the same box”, que, traducido, básicamente es: “Cuando el juego acaba, tanto el peón como el rey vuelven a la misma caja”. Cuando leí esta frase, me quedé impactado. Creo que ninguna frase que haya podido leer o escuchar después ha reflejado tan bien la realidad de las personas, donde todos, absolutamente todos, somos iguales. Y a todos, absolutamente a todos, nos comerán los gusanos. Decidí por lo tanto reflejar esa frase, que para mi se convirtió en una especie de seña de identidad, en mi piel. Y es por eso por lo que me hice el siguiente tatuaje:

Noveno tatuaje

Tras ese tatuaje mis pensamientos vitales empezaron a verse atraídos con el tema de la muerte. Debo reconocer que de hecho ese tema me provocó una depresión bastante grande que tuve que afrontar de diversas maneras, pero de alguna forma ese tema, la muerte, se quedó grabado en mi interior. El hecho de ser consciente de que uno va a morir, cuando lo piensa realmente, cuando se para a pensar en ello, sin ninguna distracción, creo que provoca la mayor de las angustias posibles. Ser consciente de la mortalidad no es en realidad trivial. La gente raramente es realmente consciente. Creo sinceramente que ser verdaderamente consciente provoca una angustia tan grande que difícilmente es sobrellevable.

Sea como fuere, el siguiente tatuaje iba por esa temática. Me tatué un reloj de arena, roto, donde el tiempo dejó de pasar. Donde el tiempo se detuvo. Pero con dos locuciones latinas que reflejan una realidad (en parte, una de ellas) contraria a la imagen: “Tempus fugit” (El tiempo vuela), y “Non memento mori”, que es la negación de la conocida locución “memento mori” (recuerda que moriras). Por cierto, locución que según he leído (aunque desconozco realmente si es cierta), se utilizaba en la antigua Roma: cuando un “César” daba un paseo triunfal por Roma por sus triunfos en la guerra. Entonces, un esclavo, que debía sostener la corona de laurel sobre la cabeza del César, se encargaba de decirle precisamente esa frase: recuerda que morirás. Que recordara que era un ser humano más. No era un Dios. Para mi gusto una interpretación sublime. El hecho de ponerle la negación era una especie de intento de decirme que no lo recuerde, no por precisamente querer endiosarme, si no por lo explicado antes, por la tremenda angustia que provoca ser conocedor, y sobre todo pensar, en la muerte que a todos nos aguarda.

Décimo tatuaje

El siguiente tatuaje fue derivado del hecho de que empezaba a ver que mis tatuajes se unían. Los dos tatuajes previos (el del reloj y el del rey y el peón) formaban realmente una única pieza. Los huecos en mi piel empezaban directamente no gustarme, y además, realmente, parte del resultado del tatuaje de mi nombre no me acababa de gustar del todo. Decidí entonces hacerme un cover en el brazo derecho, cubriendo todo lo que no fuera el nombre, que quería conservarlo. Como resultado, el siguiente tatuaje, donde principalmente me hice una carpa y una flor de loto. Una flor que ciertamente llevaba mucho negro, pues no era posible de otra forma cubrir de manera “precisa” el anterior, pero cuyo resultado finalmente fue, desde mi punto de vista, muy bueno. Eso si, 4 preciosas sesiones de 3h tuvo la cosa.

Undécimo tatuaje

Tras cubrir el tatuaje anterior, mi brazo derecho estaba completo a excepción del codo. Entonces me tatué el codo, por una cuestión fundamental, de como digo, hacer que fuera toda una única pieza. En este caso, tras pedir opinión a la tatuadora (aunque llevaba una idea que había visto), me hice esta pieza, que hilaba un poco con la temática general del brazo (oriental, japonés: carpa, flor de loto, nubes japonesas en el codo, samurái, y el dragón del pectoral derecho).

Duodécimo tatuaje

Tras ese tatuaje estuve un tiempo sin tatuar, hasta que Laura y yo nos fuimos a Tailandia, y ambos decidimos tatuarnos allí. Yo concretamente me tatué la parte interior de la parte de arriba del brazo derecho. Llevaba tiempo con la idea de tatuarme un mandala, o algún tipo de representación (nuevamente y como no) de nuestro paso por la vida, el proceso general de vivir, etc. Y decidí tatuarme en sanscrito la palabra Samsara, que es el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación en diferentes filosofías, incluido el hinduismo o budismo entre otros. He de destacar que ese tatuaje por cierto me lo hice usando la técnica del bambú, en vez de la máquina tradicional.

Decimo tercer tatuaje
Y como se hizo

El tatuaje de Samsara sí que recuerdo que tuvo lugar en 2014. El siguiente tatuaje me lo debí hacer entorno a noviembre-diciembre de 2015, tras conseguir mi plaza de funcionario. Decidí hacer algo que hasta entonces había descartado precisamente por cuestiones laborales. Hasta ese momento, todos mis tatuajes era posible cubrirlos con una camisa de manga larga y pantalones largos. Y entonces decidí cruzar una línea que sinceramente recomiendo no cruzar sin estar completamente seguro. Y fue tatuarme la mano derecha, con una imagen de una golondrina: en parte por que me gustaba el dibujo, en parte por su significado para mí, que estaba asociado en cierto modo con mi deseo de volar, de poder evadirme, de ser un alma libre.

Décimo cuarto tatuaje

No obstante, voy a explicar por qué creo que tatuarse zonas visibles es una línea que mejor no debe cruzarse.

El hecho de ser funcionario me garantiza una estabilidad laboral, teóricamente, que me permite hacer este tipo de cosas y no tener que preocuparme de que el día de mañana no me fueran a contratar en un determinado puesto de trabajo por tener un tatuaje en la mano. Aún recuerdo como el año pasado un alumno, al acabar la clase de presentación de una asignatura me vino y me pidió si podía hacerme una foto para enseñarle a sus padres y “demostrarles” que aún teniendo tatuajes visibles como los tenía en las manos se podía conseguir un trabajo. Le dije que sinceramente no se lo recomendaba, aunque no le expliqué demasiado los motivos, pero me gustaría explicarlos aquí.

En primer lugar, como digo mi posición actual de funcionario me garantiza, a priori, no tener problemas laborales el resto de mi vida, salvo que… la lie muy parda. Eso es cierto, pero la realidad es que me afecta en muchas otras facetas. Por ejemplo, cada vez que voy a una reunión con gente que no conozco, me miran las manos. Da igual la edad. Incluso los “jóvenes”, me las miran. Es una reacción natural y no me preocupa. Yo también se las miraría, incluso estando yo tatuado, si me reúno con una persona con tatuajes en las manos. Porque no es habitual, y porque me llamaría la atención. El que me miren las manos no es en general problemático realmente. El problema son las implicaciones de tener los tatuajes. Estas implicaciones, por cierto, no me las invento. Gente con la que al final he tenido mucha confianza, me lo dicen, que ellos lo pensaron: pierdo seriedad.

Si, puede sonar extraño, pero es así. A pesar de que teóricamente vivimos en una sociedad más abierta, la gente sigue teniendo un cierto rechazo ante los tatuajes, y más si son muy visibles, y más aún, en determinadas zonas. Mis abuelas y mi abuelo las primeras veces que me vieron estos tatuajes sé que me miraban con cara de: “estás loco”. Pero ellos me conocen y saben cómo soy realmente y más allá de eso no me han juzgado, estoy seguro. Jamás han dudado de mi capacidad para nada ni laboral ni personalmente. Pero eso es porque te conocen.

La gente que no te conoce sin embargo aún tiene unos ciertos prejuicios. Y no culpo a nadie porque es normal. La sociedad avanza, pero hay ciertas cosas que, aunque tú mismo puedas reconocer y saber que no están bien, por tu educación, experiencia y vivencias no puedes evitar sentir o pensar, sobre todo de primeras. Es bien cierto que creo que la gente, a medida que pasa el tiempo y me pueden conocer más a fondo, se les quitan esos pensamientos, pero de primeras es así.

La cuestión es que soy consciente de que, por ejemplo, eso me puede limitar en mi carrera profesional. Primero, porque muchas veces la gente se piensa que por tener este aspecto no soy el tipo de perfil que realmente soy (profesor titular, que tiene proyectos, que tiene un CV que considero que es «bueno», que dirige un laboratorio en un centro de investigación, …). Normalmente me confunden con un alumno, un estudiante de doctorado, o un post-doc (en el mejor de los casos). Porque no estoy dentro del canon habitual del perfil de lo que realmente soy profesionalmente.

Eso es un primer impedimento, que generalmente se puede o suele subsanar fácilmente, explicándolo. Sin embargo, para mí no es nada fácil, pues personalmente me suena a egocentrismo, el tener que explicarle a una persona los galones que tengo o dejo de tener para que deje de lado mi aspecto físico y se centre en lo que puedo ofrecerle profesionalmente.

Por otra parte, y relacionado con lo anterior está precisamente el hecho de el impacto que tiene tener este tipo de apariencia física en la evolución de una carrera. Afortunadamente la ciencia no nos mira físicamente para evaluar nuestros méritos, pero si, por ejemplo, el día de mañana yo quisiera ocupar un puesto de gestión (director de departamento, de escuela, …) donde necesitas que te voten tus compañeros, sinceramente dudo que, aunque mis capacidades e ideas pudieran ser las mejores, pudiera ser elegido. Y la razón vuelve a ser la misma: no doy el perfil físico. En realidad, puede que me equivoque, no sé. Se que los compañeros que me conocen no se plantearían eso de mí. Pero creo que los que no me conozcan, me juzgarían así. Y para ejemplo un botón: Cuando empecé en mi puesto habitual, en octubre de 2015, me tocó por sorteo estar en una de las mesas electorales para las elecciones que por entonces se celebraron para rector. Aún recuerdo que estaba sentado en la mesa con una compañera, en camiseta de manga corta (y por lo tanto viéndoseme los que se verían con manga larga y los que no) y un profesor vino a depositar su voto. Me miró y me preguntó: ¿A ti te dejan estar aquí con esas pintas?

Creo recordar que, tras una larga pausa, le debí contestar algo en realidad del tipo “Pues si”, o similar. Debería haberle dicho algo más contundente, pero me sorprendió tanto que una persona, un “compañero”, pudiera pronunciar tales palabras que me quedé sin una respuesta más adecuada. Ese ejemplo por lo tanto en cierto modo viene a verificar mi “hipótesis”, donde aquellos que no me conozcan considerarán que no seré adecuado para un puesto así, pues “las pintas” me definen. Pero esto ocurre y ocurrirá tanto para puestos donde yo pueda presentarme como un candidato idóneo, como para otros que puedan ser designados por la propia entidad. Mismo problema.

Soy consciente de que el pensamiento de esa persona es tremendamente injusto, clasista, … pero no deja de ser en cierto modo una realidad aún para mucha gente. Seguramente esto cambie, y de hecho está cambiando. Mucha gente lleva hoy tatuajes, pero la realidad es que no tantos llevan tatuajes tan visibles, y sobre todo, que puedan ser “tan grandes” y por lo tanto puedan desprender inicialmente ese rechazo. Además, debe tenerse en cuenta que no todos los entornos son iguales: recuerdo cuando hace años trabajé en Media Markt donde me obligaban a ir de camisa de manga larga para que no se me viera el tatuaje que tenía en la parte superior del brazo. Ahora sin embargo es normal ver vendedores con ese tipo y otros de tatuajes. Sin embargo, la universidad española está más bien envejecida, siendo, por lo tanto y de momento, un lugar donde este tipo de cosas seguirán ocurriendo presumiblemente durante unos cuantos años.

Por zanjar este tema y continuar explicando mis tatuajes, simplemente quiero recalcar que personalmente no recomiendo este tipo de tatuajes tan visibles salvo tenerlo muy claro. Las razones creo que han quedado claras, aunque cada uno debe considerar su visión de futuro y decidir.

En cualquier caso, y volviendo al tema que nos trae, tras ese tatuaje decidí tatuarme la otra mano, la izquierda. En este caso, decidí volver un poco al motivo que se ha arraigado tan dentro de mí, y tatuarme en este caso una calavera mexicana. El porque este tipo de calavera y no otra, es porque ese tipo de dibujo me gustaba y reflejaba además nuevamente la muerte. Por otra parte en cuanto al lugar, es porque sinceramente consideré que la mano era un lugar ideal para este tipo de dibujo.

Décimo quinto tatuaje

Tras ese tatuaje recuerdo que Laura decidió tatuarse, y aunque le recomendé el sitio donde me tatuaron precisamente ambas manos, y donde por cierto yo quedé satisfecho con el resultado,ella no quedó tan satisfecha con lo que le hicieron. Decidió después por lo tanto buscar un sitio donde se lo repasaran y en cierto modo arreglaran, y acabó yendo a un estudio cerca de nuestra casa. Fui con ella cuando fue a preguntar y hablando con el dueño le pregunté sobre la posibilidad (presupuesto, vamos) de tatuarme la espalda entera. Aunque no tenía definido el diseño que quería si que tenía una idea. El presupuesto que me dio se me escapaba de las manos y a priori ahí quedó la cosa, pero comentó que estaban “buscando gente” que quisiera tatuarse en el Mulafest, y que harían las piezas a un 50% de descuento. Les mandé entonces una propuesta que “seleccionaron” (honestamente dudo que hubiera tampoco mucho donde escoger… pero bueno). En este caso, y nuevamente siguiendo con la misma temática decidí hacerme una Catrina mexicana. El dibujo incluía además otros elementos para rellenar, pues la superficie que debía cubrir la pieza era la parte superior del brazo (en este caso el izquierdo pues lo tenía libre). El proceso fue interesante: estar siendo tatuado mientras un montón de gente que acude al festival puede ver como te tatúan, un montón de horas, y finalmente ser “expuesto” como una especie de “ganado” para participar en el concurso al mejor tatuaje. Sea como fuere fue una grata experiencia, con un resultado inmejorable.

Décimo sexto tatuaje

El siguiente tatuaje fue quizás uno de en los que, en cierto modo, más arriesgué. Recuerdo haber visto en Groupon el típico descuento que costaba 20€ y se canjeaba por un descuento de 120€ en un tatuaje. Me dije: lo cojo, y me hago, aunque sea alguna cosa pequeñita no muy complicada. ¿Qué tengo que perder? Si queda mal pues lo cubro, pensé.

La cuestión es que después de comprarlo vi que el estudio era una franquicia, y tras mirar diferentes tiendas que tenían en Madrid decidí ir a la que vi que a priori tenía mejores opiniones. No tenía muy claro al principio que quería hacer, pues dependía un poco de las condiciones del Groupon, etc. Al final, tras hablar con el tatuador, le propuse de idea hacer una escalera que estuviera unida precisamente a la catrina que me había hecho previamente, y al tatuaje del Samsara, eso sí, sin llegar a tocar la zona del anverso del codo (esto, por una paranolla mía relativa a dejar esa zona libre por si el día de mañana debían ponerme una vía).

El motivo de la escalera era fundamentalmente basado, y esta vez a diferencia del resto de mi brazo izquierdo que estaba relacionado con la muerte, en una canción de Extremoduro (La vereda de la puerta de atrás) que dice: “Y si fuera mi vida una escalera me la he pasado entera buscando el siguiente escalón.” Esta frase, no sé por qué, tiene un significado especial. Me siento en cierto modo identificada con ella (bueno… con tantísimas de Extremoduro) por muchos aspectos que no sabría explicar. Cuando me siento perdido a veces en la vida siento que no estoy donde debo estar, que no estoy haciendo lo que debo hacer, y creo que simplemente es eso, que mi vida es una escalera donde cada escalón que piso es algo nuevo que en el fondo no me llena y sigo buscando un escalón tras otro.

Décimo séptimo tatuaje

En cualquier caso, el resultado fue el que muestro, que honestamente me encantó, y de efecto colateral hizo que entablara una cierta “amistad” con el tatuador. Esa amistad derivó en un momento dado en que Laura y yo hiciéramos con el un curso de tatuar, que personalmente para mi derivó en prácticamente nada pues tengo cero sentido artístico. A pesar de ello, decidí en cierto modo “aprovechar” mis pocos conocimientos sobre tatuar y mi poco sentido artístico y hacerme, yo, a mí mismo, un tatuaje:

Décimo octavo tatuaje.

El significado puede encontrarse de nuevo en otra canción de Extremoduro (Standby), la cual dice: “Vive mirando una estrella siempre en estado de espera.”. Nuevamente para mi esta canción y esta frase tiene un significado especial. Antes de explicar el significado me gustaría aclarar algo que, aunque considero que es obvio quizás no viene de más recalcar: un tatuaje, como una obra de arte, o una canción, tiene una interpretación y sentido que cada persona hace en cierto modo “único”. Es decir, la visión o interpretación que yo haga de un cuadro puede, o no, coincidir con el de otra persona. Y no creo que por ello sea erróneo. Creo que lo que a una persona le evoca una determinada imagen, o unas palabras, o una músicam es perfectamente lícito. Y puede o no coincidir con la visión de otros. Pero sea como sea esa visión que tenga una persona es única, y lo más importante, es suya.

Para mi esa frase tiene un cierto sentimiento de anhelo de las cosas que no he hecho y probablemente no haré. De los sentimientos que a veces uno tiene sobre echar de menos épocas, vivencias o personas de su pasado. Tiene también una lectura de soledad. Una soledad que a veces uno necesita, y que a veces odia. Tiene una lectura de no sentirse a veces comprendido. Una lectura de sentirse diferente y no ser capaz de expresarlo o plasmarlo.

Para acabar de sacar algo de rédito al curso que Laura y yo tomamos, mi(s) penúltimo(s) tatuaje(s) fueron los siguientes:

Décimo noveno tatuaje

En este caso quise tatuarme en mis pies, las patitas (e iniciales) de mis dos gatas, Ayla y Mia. Sin mucha más explicación más allá de tener una especie de recuerdo de dos animales que me han dado mucho cariño de forma desinteresada. Como hacen los animales.

Y llegamos al final, de momento. Como comenté previamente tanteé la opción de hacerme la espalda entera, pero el precio se me iba de madre. Decidí entonces preguntarle a este chico que nos dio el curso y me hizo la escalera cuanto me cobraría él. El precio que me ofreció me cuadró y nos pusimos manos a la obra. Antes de ir a analizar lo que me he hecho quiero destacar que fue personalmente el tatuaje que más me ha dolido. En cierto modo lo esperaba, pero en otro no. Siempre pensé que la espalda no iba a ser especialmente dolorosa (el recuerdo que tenía de los hechos anteriormente no me supusieron un gran sufrimiento). La realidad fue que el tatuaje me dolió una barbaridad, aunque yo creo que fue en parte por el tamaño, y que se realizó en muy poco tiempo (alrededor de 2 meses, 14 sesiones, donde a veces hacíamos 3 sesiones por semana), lo que contribuyó a tener la espalda muy dolorida en algunas sesiones por apenas haberse recuperado de la sesión anterior (a pesar de que nunca íbamos a la misma zona en una misma semana).

En cualquier caso, sea como fuere, es que lo finalizamos. Y aquí el resultado:

Vigésimo tatuaje

El tatuaje es muy grande y tiene muchos detalles o significados, pero principalmente yo identificaría cinco elementos principales, que son los que componen realmente la pieza:

  1. En primer lugar, está la chica, que es el elemento principal. Es una geisha. El concepto de la geisha siempre me ha llamado la atención, aunque no fue mi primera opción, pues también valoré un anima sola, nuevamente con su relación con la muerte. En este caso, me decanté por la geisha fundamentalmente porque en algunas imágenes me ha evocado un cierto erotismo y me parecía una imagen interesante y que me gustaba sobre la que centrar el tatuaje. El hecho de que esté mirando de lado no es casual, y es precisamente para poder mostrar, o, dar a entender, que es una geisha y no cualquier otra representación de una mujer. Y esto se vislumbra, creo yo, tanto por los rasgos, como por el pelo y los adornos que lleva. La postura, abrazándose en la parte superior derecha sobre el hombre y sobre la cintura, así como su pelo largo cayendo por la espalda me parece que quedó, simplemente, perfecto.
  2. La chica tiene así mismo un tatuaje en su espalda. Esto simplemente se me ocurrió y me pareció original: un tatuaje de una persona que tiene otro tatuaje. El tatuaje que ella tiene vuelve a mi principal obsesión, que es la muerte. Tiene un grim reaper, que es la personificación de la muerte. En cuanto a los detalles del reaper, simplemente dejé a Edu que el diera forma al dibujo con la guadaña y la mano del reaper, que quedó por cierto espectacular.
  3. En tercer lugar, está la calavera, que está apuntándose con un revolver. Esta idea es completamente mía y junto con la idea general de la geisha, el reaper y el pájaro azul que explicaré ahora era los “elementos obligatorios” que para mi debía contener el tatuaje, a priori, salvo “imposibilidad técnica/artística”. Es un poco complicado de explicar el porqué de este dibujo, sobre todo sin parecer una especie de loco, pero, en fin, le voy a echar un órdago a esto y voy a tratar de explicarlo lo mejor posible: En primer lugar, debo destacar que como he dicho me considero una persona que no encajo muchas veces en muchos aspectos de la vida. Eso hace que mi vida muchas veces en el fondo gire entorno a situaciones en los que no me siento cómodo. Es decir, considero que personalmente tengo a veces una visión de muchas cosas de la vida que es radicalmente opuesta a lo que gran parte de la sociedad piensa (no voy a dar detalles). Eso me hace entrar casi continuamente en un conflicto conmigo mismo, en una especie de disyuntiva donde debo escoger entre dos caminos: el que marca la sociedad, o el que yo realmente opino, pienso, o quiero. El resultado generalmente es que suelo tirar por el que marca la sociedad, renunciando a mis principios. Esto me plantea dilemas morales en muchísimas ocasiones sobre mi persona, lo que realmente hago con mi vida, y porque sigo una serie de caminos en mi vida con los que no comulgo. Pero paralelamente soy una persona que quiero creer que soy tremendamente racional y acabo encontrando una respuesta para esas preguntas que me hago a mí mismo sobre el porque tiro por la vía de la sociedad y no por la mía, y es que al fin y al cabo somos personas que necesitamos vivir en sociedad. No obstante, esa respuesta generalmente no me sirve a largo plazo, y eso da lugar a situaciones en las que, cojo la otra vía: la que yo quiero. En esas ocasiones suelo ser tremendamente feliz por un lapso de tiempo. Hago lo que quiero, me siento feliz. Pero no suele durar eternamente el “efecto” de esa felicidad, que me hace volver a la realidad. El problema de la vuelta a la realidad es que se me plantea entonces una doble pregunta: 1) porque has decidido tirar por una vía que va contraria a la sociedad, y sobre todo, contraria a lo que quieren para ti las personas que te quieren, y que por lo tanto por una parte puede hacerles daño, y por otra hará que te vean de otra forma, que aunque quizás sea la forma que tu eres, no deja de ser dañina para ellos; y 2) porque sufres, cuando escoges hacer lo que tu quieres hacer, por lo que los demás piensen o quieren?. Y esta pregunta además tiene una derivación: que es, sentirte mal haciendo lo que tu quieres hacer cuando probablemente los esfuerzos (económicos, o no) de no hacerlo podrías emplearlo por ejemplo en precisamente ayudar a esos que te quieren. La cuestión es que ambas opciones son tremendamente jodidas, pero en especial, la 2. Porque en el fondo esa opción te hace plantearte si estás siendo un egoísta de mierda. Sea como sea, y por volver al tatuaje, la cuestión es que esas disyuntivas al final, en una gran parte de las ocasiones, bien sea por hacer lo que quieres que sabes que va/puede a decepcionar al resto, bien sea por hacer lo que los demás quieren que en el fondo te decepciona a ti, hacen que siempre acabe con esa imagen en la cabeza: la de pegándome un tiro (siendo yo una calavera o esqueleto). Uno podría preguntarse entonces, porque decides tatuarte una imagen que se te viene a la cabeza en un claro momento de “problema” personal y que invoca incluso una situación de dañarse. Y no sé la respuesta. Supongo que es como con la muerte. Decido en cierto modo afrontar algo que me da miedo o que me supone un desequilibrio, quizás, inyectándome tinta.
  4. En cuarto lugar, tenemos, justo donde el pájaro azul, una vela. Una vela que vuelve para mostrar el simbolismo de una vida que en el fondo se agota. Una vela que acabará apagándose, como cualquier vida. Donde cada minuto que pasa jamás volverá. Una vuelta a la obsesión.
  5. Finalmente está el pájaro azul. Hace, unos años descubrí a Bukowski. La realidad es que lo descubrí de forma indirecta, nuevamente, por Extremoduro. Sacaron un tema llamado “El pájaro azul”, y a raíz de buscar información sobre ese título descubrí que era un poema de Bukowski. No he leído ni mucho menos todos sus libros, pero si dos o tres y me parece un autor increíble. Quizás porque fue lo que quiso ser, a pesar de que su principal característica por la que la gente le reconozca sea por haber sido un borracho. Pero fue, como digo, lo que quiso ser. Y escribió, lo que quiso escribir. Por sórdido que fuera, eso no le impidió ir contra lo que marcaba una sociedad, por cierto, mucho más cerrada que la actual. Para mi sinceramente fue un gran ejemplo a seguir, en muchos aspectos. Y su poema del pájaro azul nuevamente describe un sentimiento que yo tengo muy a menudo. Pero en este caso, en vez de explicar lo que siento con dicho poema, simplemente voy a dejar que cada uno interprete su visión del mismo, y con esto, finalizo la explicación de mis tatuajes hasta ahora. En el futuro, ya veremos que vendrá.

Pájaro azul – Bukowski:

hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero soy duro con él,

le digo quédate ahí dentro, no voy

a permitir que nadie

te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero yo le echo whisky encima y me trago

el humo de los cigarrillos,

y las putas y los camareros

y los dependientes de ultramarinos

nunca se dan cuenta

de que está ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero soy duro con él,

le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres

montarme un lío?

¿es que quieres

mis obras?

¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros

en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón

que quiere salir

pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir

a veces por la noche

cuando todo el mundo duerme.

le digo ya sé que estás ahí,

no te pongas

triste.

luego lo vuelvo a introducir,

y él canta un poquito

ahí dentro, no le he dejado

morir del todo

y dormimos juntos

así

con nuestro

pacto secreto

y es tan tierno como

para hacer llorar

a un hombre, pero yo no

lloro,

¿lloras tú?

El siguiente tatuaje (vigésimo primero), es el siguiente:

Vigesimo primer tatuaje

En este sigo con la temática de la muerte y me tatúo la típica representación de la máscara de los médicos que trataban la peste negra pero con un cuerpo de esqueleto que acaba en la cresta iliaca. Una nueva forma de representar la muerte.

Y el último (hasta el momento):

Vigésimo segundo tatuaje

En este caso, cambio de temática y me tatúo en la zona entre el hombro izquierdo y el cuello un nuevo reloj que marca el nombre de mi hijo sustituyendo 4 horas por las letras de su nombre (A-R-E-S) y donde las agujas del reloj marcan la hora de su nacimiento (8:18).

Y.. seguirá.