He estado mucho, muchísimo tiempo sin escribir. Hasta hace un par de días, que escribí sobre el fallecimiento de mi abuelo, y hoy que he escrito sobre mi hija Izel, de la cual no había escrito nada a pesar de que nació en noviembre de 2022, no había escrito nada desde enero, donde hablé de mi 2022.
Postpuse hablar de Izel, algo que no hice con Ares. ¿La razón? Una mezcla de abrumamiento por la nueva situación familiar con una especie de poca gana para escribir, quizás motivada, precisamente, por ese abrumamiento. La pescadilla que se muerde la cola.
Y sentía desasosiego por ello. Por no haber escrito sobre mi hija antes, en primer lugar, pero también por dejar de lado algo que siempre me ha gustado. Por dejar de escribir. No es la primera vez que hablo sobre mi … gusto o pasión por escribir. Ya lo hice en el pasado. Y hoy volveré a hablar de ello, porque siento que necesito hacerlo.
Como ya comenté en el otro post, me había apuntado a un curso de escritura de novelas. Nunca lo hice. Por falta de tiempo, por falta de ganas, por falta de lo que sea. Pero no lo hice. El caso es que, en septiembre-octubre de 2022, me apunté a clases de guitarra. Estaba contento, pero no tenía tiempo para practicar. Nada. O casi nada. Y mira que me «empalmé» con ello: me compre una guitarra clásica primero, y una eléctrica después. Ahí están criando polvo. Me frustraba no poder tener tiempo (o el poco que tenía no quería emplearlo en la guitarra) y que claramente no avanzadaba. Y lo dejé.
Y entonces tuve otra brillante idea: apuntarme a un curso de escritura. Pero no como el anterior, que son vídeos grabados y me debio costar 30 euros. No. Me apunté a un curso de escritura de nouvelle (novela corta) en la escuela de escritores de Madrid, que costó bastante, bastante más de 30 euros. Era un curso online que se impartía todas las semanas y que, resumiendo, aparte de unas pautas teóricas que se dieron sobre todo en la primera sesión, se trataba de escribir cada semana 900 palabras y leerlas en clase, para valoración de la profesora (y de los compañeros por el chat). Ya comenté en el otro post que desde hace mucho mi idea general era que quería escribir algo «sin filtro», algo «crudo», algo que se saliera de las convenciones sociales. Una especie de Bukowski. Y seguí con esa linea: tenía una idea muy preliminar de por donde tirar: una protagonista. Una escritura con narrador en primera persona. Un vocabulario más bien soez, que representara lo que para mi sería alguien que se cansa de filtrar, de las convenciones, de contentar a la sociedad. Una historia de alguien que quiere romper con una vida marcada por lo que dictan los demás.
Y así lo hice. Busqué un título, que me encanta. Escribí mis primeras 900 palabras. Bueno, algo más. Y las leí en la segunda clase. En la primera sesión donde todos leiamos. Lo hice el penúltimo. Tras dos horas y 15 minutos escuchando a compañeros. Lo hice con ánimo, pensando que había hecho algo bueno. Se lo había leído a Laura y a ella le gustaba. Y fue un fracaso.
Fue un fracaso porque yo mismo vi muchos fallos según leía. Fue un fracaso porque vi que fui incapaz de transmitir lo que yo quería transmitir. Fue un fracaso porque tenía fallos en la coherencia de las descripciones de mi personaje o sus situaciones. Fue un fracaso porque mis primeras 900 palabras querían representar una «persona normal» que más adelante «romperá» con todo lo socialmente establecido, y ahí, es donde se relatará lo crudo, pero que en esas 900 primeras palabras mi texto se parecía tanto a un estilo similar a Bukowski como una castaña a un huevo.
Además, como hago siempre, como ya dije en el otro post: dando rodeos. Con demasiada verborrea. Me gusta tanto describir los personajes, sus pensamientos, las situaciones, que me paso de frenada. Lo hago también aquí. Uso demasiadas palabras para expresar cosas que se podrían expresar con muchas menos. Quizás es mi estilo, no sé.
El caso es que, para la tercera sesión, continué la historia. Decidí que cogería el feedback para ir mejorando lo que me habían corregido y tratar de mejorar lo siguiente. Pero seguí sin conseguirlo. Fue otro nuevo fracaso porque quería dibujar un personaje con una mente en ebullición, con un fuero interior apunto de salirse del pecho, y no lo conseguí. Y no lo conseguí porque escribí, como escribo siempre. Ordenado. Lo más pulcro que puedo. Y representar en primera persona una mente turbada mientras escribes de forma ordenada y coherente, al parecer, hace precisamente que el texto sea incoherente. Porque no coincide el describir en primera persona a un personaje turbado y con la mente a mil por hora con una escritura ordenada.
Sentí como el fracaso me envolvía. Hubo alguna sesión a la que no acudí. A veces por no poder por determinados motivos, pero en su mayoría, por no tener nada escrito. No tenía tiempo, y de hecho, todo lo que he escrito para este curso ha sido en uno de esos momentos (como este), donde algo se apodera de mi y me hace escribir a las cuatro de la mañana.
Pero fui con un tercer texto. Y aunque la cosa mejoraba ligeramente, seguía teniendo el mismo tipo de fallos: palabras repetidas en intervalos del texto muy pequeños, incoherencias, verborrea, diálogos de mierda…
Y empecé a frustrarme. Como con guitarra, no tenía apenas tiempo, y el poco tiempo que tenía, tenía la sensación de que lo que escribía era una mierda. Que no valía para esto. Quizás es así. O quizás me creo que tengo que tener la capacidad de escribir bien por algún motivo «divino». Quizás he pensado que escribir aquí, haber publicado un mini relato de mierda, o que mis mayores aportaciones a la literatura suelan ser relatos eróticos me hacen estar capacitado para escribir algo más que todo esto que he citado.
El caso es que ahora mismo me siento en una especie de impasse con el tema de escribir. Por una parte, se el tipo de texto que quiero escribir, en términos del tipo de historia, de como escribirlo. Por otra parte sin embargo, no tengo desarrollo de la historia. De hecho, es que no tengo historia. Solo un comienzo. Y mi capacidad imaginativa está tan jodidamente limitada que lo veo como un callejón sin salida. Eso hace que me frustre por no tener esa capacidad de inventarme una historia que pueda ser interesante para otros. Por otra parte, mi verborrea continua no ayuda. Creo que aburriré a las piedras antes de que alguien se interese por lo que pueda querer contar.
Y hasta aquí.